EL TIPO DE PERSONA QUE EDUCAMOS

Lo fundamental es definir el horizonte educativo, que no es otro, que el tipo de persona que queremos educar. A nuestros alumnos les va a tocar vivir en mundo distinto al nuestro. El reto es prepararles para que puedan transitar con cierta soltura en medio de “las fronteras”. Nuestros centros procuran una educación integral, en palabras de nuestra Fundadora “educar la entera persona”. En concreto nosotros definimos así el tipo de persona que queremos educar:

Una persona responsable y participativa, que asuma su propia identidad y que la ponga al servicio de la familia, el Colegio, la Iglesia, la Sociedad.

Una persona libre, capaz de desenvolverse por sí misma, de ir eligiendo aquello que más la realiza como persona, que tiene un proyecto personal y se compromete con él.

Una persona con sentido crítico, capaz de discernir, en coherencia con el proyecto de vida cristiana, los acontecimientos, las realidades sociales e históricas.

Una persona creativa, abierta al cambio y con capacidad de transformación de la realidad.

Una persona alegre, con alegría profunda del que ha descubierto el sentido de su vida, del que se siente en paz consigo mismo, con los demás y con Dios, y se pone al servicio de los demás.

Una persona solidaria, tolerante y fraterna, que acoge a los demás con sencillez y cercanía, que colabora y se integra en los proyectos grupales, que aporta algo al mundo en que vivimos; una persona que se comunica, que respeta a cada persona por su dignidad de hijo de Dios, que trabaja y se compromete con la justicia y la solidaridad, especialmente con los más necesitados.

Una persona formada integralmente, que ha asimilado crítica y sistemáticamente la cultura de su tiempo a la luz de la fe; que se ha preparado profesionalmente para ser útil en la sociedad; que ha desarrollado su persona en totalidad.

Una persona abierta a la transcendencia, que ha descubierto la fe como un elemento integrante de su vida, que ha tenido la experiencia del encuentro personal con Cristo y se compromete desde ahí en su proyecto liberador del Reino y lo hace en la Comunidad Cristiana.

Nos vimos ante el reto de sintetizar estos rasgos en tres palabras que fueran expresivas y aglutinantes de nuestros objetivos. Al final optamos por estas tres:

AUTÓNOMAS, COMPROMETIDAS Y CREATIVAS

Compartir los significados que se encierran en cada una de estas palabras es tarea de todos los educadores. ¿Qué hay detrás de estas tres palabras?

Frente a un mundo donde hay tanta intemperie para la persona y para el creyente tenemos que ayudar al alumno, en la medida de lo posible, a encontrar el eje personal integrador de todas las dimensiones de su vida, concretar su proyecto vital, buscar su equilibrio personal y su centro.

Tendremos que proporcionarles un bagaje, una “mochila interior” provista de aquellos elementos que dan solidez a la persona. Las capacidades básicas que deberán ir en esa mochila son: interioridad, relación humana sana, fortaleza, resiliencia, gratuidad, libertad, capacidad de elección…

Agradecer “tanto bien recibido” de Dios, de los demás… El punto de partida de esta educación para el compromiso debería ser el agradecimiento. Caer en la cuenta de que hemos recibido mucho y esto que tenemos lo compartimos. La conciencia de todo lo que hemos recibido nos ayuda a descubrir que otros carecen de todo eso. Y esto alimenta el deseo de dar, de compartir, de comprometerse con los otros.

El mensaje cristiano toma como referencia a Jesús, modelo de persona comprometida…

El compromiso nace de dentro o no es auténtico, si nace desde fuera sólo es un deber. Hemos traducido muchas veces este compromiso como solidaridad; en otros contextos se habla de la promoción de la justicia; en nuestro modo propio de educar se habla de “educar para la fraternidad”.

El compromiso es también coherencia con los principios y los valores en los que se fundamenta su vida. En una sociedad falta de ética, de respeto a los grandes ideales, donde cada uno busca el propio bienestar e interés, aún a costa de los demás, es necesario ayudarles a descubrir: la felicidad en la coherencia y el respeto personal a uno mismo, la honradez, el valor de la palabra dada… para que esto sea guía y manual de ruta.

En Jesús encontramos un nuevo modelo para responder a la realidad de forma radicalmente nueva y generando un nuevo modo de ser y estar en el mundo. Hablamos de tener iniciativa más allá del mimetismo, del siempre se ha hecho así y seguimos repitiendo el modelo; de la acomodación a lo convencional, del conformismo gregario. Hablamos de la capacidad de crear, de dar respuestas nuevas y originales ante situaciones y problemas que acontecen.

Esta iniciativa no podrá llevarse a cabo, realizarse sin colaboración, a nuestros alumnos les hará falta trabajar con otros, no adueñarse de sus logros y compartirlos, ser capaces de ver otras perspectivas más allá de las individuales para llegar a visiones más universales y más compartidas.

Educar en autonomía, compromiso y creatividad aporta un bagaje profundamente humano y por eso es a la vez profundamente cristiano.